lunes, 28 de febrero de 2011

Agosto, octubre



Reseña sobre Agosto, octubre de Andrés Barba

Bajo el título de Agosto, octubre se encierra la historia de la adolescencia de Tomás, una historia enmarcada en un agosto aparentemente previsible desarrollado en un pequeño pueblo costero. La novela está dispuesta en dos partes: “Recuerdo de agosto” y “Recuerdo de octubre”.

Dos partes perfectamente delimitadas y con una relación directa y consecuente. En la primera parte se desarrolla el conflicto que sirve de estímulo y que logrará su respuesta en las últimas cuarenta páginas que conforman “Recuerdo de octubre”.

En esta breve novela el lector camina de la mano de un narrador que con precisión e inmediatez focaliza el discurso en el yo interior de Tomás.
Podemos decir que la visión de lo que acontece en las páginas, identifica al narrador con Tomás porque es desde él desde donde el narrador ve.
En su decir, el narrador crea una estructura erótica mediante un juego de desvelos que atrapa al lector desde la primera línea:

Ocurría al volver a casa desde la playa, junto a sus padres y su hermana pequeña."

No tardaremos en encontrarnos con el coflicto. Hemos leído historias protagonizadas por adolescentes (piensen en Poniboy Curtis de Rebeldes o en Holden Caulfield de El Guardián entre el centeno), y también sabemos como un pequeño pueblo puede devenir perverso: recordamos la Vetusta de Clarín o la malicia de los provincianos de Calle Mayor de Juan Antonio Bardem.

Pero no es eso lo que encontraremos en esta pieza. Hallaremos aquí un ejercicio existencial íntimo que si bien al principio aparece como un síntoma natural de la personalidad de Tomás, posteriormente se activará de manera intensa con la vivencia de una serie de episodios. Se enfrentará a la muerte de su tía, a la humillación como salida transgresora de un espacio poco atractivo y vacío de posibilidades, a una inaugural experiencia sexual traumática y a una guerra interior en el intento de configurar una primera moral y así salvarse.

En este proceso, la inseguridad, la ira y el miedo perturbarán el yo de Tomás, que avanzará casi mutilado para limpiar su conciencia, bajo el asfixiante peso de la culpa.

Todo ello, nombrado con un lenguaje preciso y absolutamente fiel a la intención del narrador. Existe tal adecuación entre la escena fantaseada por el lector y su nombramiento físico que la novela se convierte en un desfile impecable de sensaciones catárticas: una transferencia al verbo punzante y poética.

1 comentario:

  1. Me lo has vendido.
    Hay que echarle un ojo. ;)

    A parte,
    muy sorprendido por tu obra.
    Te sigo...

    Por cierto, soy Gaby! :)

    Beso.

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