sábado, 13 de abril de 2013

Tampoco eran tan largos los días,
empezaban más tarde, eso era todo.
Como los niños,
decíamos exageraciones matemáticas:
mi tía tiene 150 años,
ayer cené una tortilla de 12 huevos.
Y a la hora de la siesta,
cuando el pecado brotaba de las paredes
y ardía lentamente el agua de mi piscina hinchable,
llegaban las libélulas de Oriente
a escribir en el aire «mortalidad».

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