miércoles, 2 de marzo de 2011



Los trabajadores de la palabra hablan mucho últimamente de por qué escriben.
Hace tiempo leí un artículo en el que Julio Wallovits afirmaba que el arte es “salirse de uno mismo para observarse”. Esta idea de desdoblamiento, algo narcisista, me parece acertada. Aunque, extendería la observación a más realidades que a uno mismo, seguramente en la selección del material real observado hallaríamos tanta individualidad como en el espejo, y sería, además, un proceso mucho menos aburrido.

Faltaría que nos planteáramos por qué las palabras y no un buen pincel azotador. Si la condición de palabra, primeramente que la de imagen, llama y refiere, la literatura es una necesidad de renombrar. Una traducción creativa que necesariamente nace y muere en el metalenguaje. En este otro decir el significante puede perder el vínculo con su significado o estrecharlo, es ahí cuando se impone una representación si no nueva, renovada, y donde imagen y palabra resultan partes de un mismo entramado.
Luego, está el artista: con él llegó el peligro.

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