lunes, 14 de febrero de 2011


No discierno entre el blanco y sus discípulos.
No me refiero a las madres
Ni a sus senos.
Ni a la atroz vigilancia de una lápida.

Nada sé de las manos y los hijos.
Ni de la arruga espectral que espanta mi mirada en un espejo.
Me asusta el blanco y punto:
Y esa posibilidad de jaque mate
como de hielo azul frente a un disparo.

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