lunes, 28 de febrero de 2011

LA CIUDAD EN INVIERNO

Reseña sobre La ciudad en invierno de Elvira Navarro




Cuatro relatos unidos con tres elipsis temporales conforman esta novela, dirigida por los pasos de Clara, protagonista activa que conoceremos gracias a la voz de un narrador objetivo y distante.

“Expiación”, “Cabeza de huevo”, “La ciudad en invierno”, que está a su vez dividida en dos episodios “El Invierno” y “La ciudad” cronológicamente invertidos y, por último, “Amor”.

Clara, nos muestra parte de su identidad en estos cuatro relatos, culminando su instinto en actos muy diferentes que pondrán en práctica un espíritu vital y curioso, activado por el ansia de vivir, como constatación del poder individual de construir y destruir, y por el misterioso atractivo de arriesgarse.

El riesgo es para Clara un misterio dulce, como la oscuridad de las primeras pesadillas infantiles. Pero es peligro al fin, y Clara tendrá que enfrentarse a él.

Freud señaló que el juego es una necesidad humana, que se nombra “jugar” en la edad infantil y “fantasear” en la edad madura. En esta primera necesidad infantil, volcará Clara su entusiasmo y su actuación desde la primeras páginas, y desde el juego ejecutará sus actos, hasta convertirlos en realidad, antes fantaseada.
 
El primer relato nos habla de una niña que juega en la piscina, impostando a veces quietud “esta el deseo de que las gotas brillantes de sol no acaben resbalando sobre la superficie del corcho, pero es tremendamente difícil permanecer inmóvil”, y otras veces, lanzándose al dinamismo incansable y propio de un niño “el nuevo placer de la huída, concentrado en los brazos y las piernas, que se agitan velozmente imitando el movimiento de una rana”.

Esta estampa está condicionada por los ojos de la tía Adela, agente y paciente del son de la niña. Una tía que proyecta en Clara el estímulo de sus achaques y que necesita observar a la niña, pues necesita sentirse achacada. Clara es pequeña y, ocupada en su juego, inquieta a la tía en un fluir bidireccional.
La primera experiencia del asco será hacia este personaje: “se sabe infinitamente pequeña ante la tía, por cuyo amor siente verdadero asco”.

Han pasado los años, cuando Clara decide emprender una aventura telefónica con Vanesa. Episodio que acaba con el supuesto asesinato a martillazos de un ciego. El placer que había producido a Clara sentirse objeto de deseo en las conversaciones telefónicas, se convertía, cara a cara con personaje, en asco: “Clara permanecía callada. Sentía un profundo asco por haber estado gozando con aquella voz cuyo cuerpo, con sólo mirarlo, le producía arcadas.”

Tras este episodio comienza “Ciudad en invierno”, que estará conformado, como dije antes, por dos momentos invertidos temporalmente. El primero tiene lugar en una cabaña, un espacio misterioso, elegido por Clara para pasar un fin de semana con sus padres. La actitud de los padres y la inquietud de Clara nos desvelarán, poco a poco, que algo horrible sucedió una tarde. Este suceso se descubrirá en el segundo sub-episodio. Analepsis y vuelta a la ciudad.
Policía, psicólogo, hospital y los sueños de Clara nos permitirán reconstruir los hechos, hasta el relevante diálogo que mantendrán Clara y Tobías.

“El amor” será el último relato de esta obra, nos presentará un posible romance, o al menos un flirteo de instituto entre Clara y Jorge. Episodio que acabará con la novela, dejando un final abierto, sugerente y circular: la joven que quiere ser perseguida esa tarde es la niña que se escondía en la piscina y quería ser encontrada, he aquí el paso del juego a la fantasía.

Estos cuatro relatos, bien podían pertenecer a cuatro mujeres diferentes, en distintos momentos. Sin embargo, la elección de Clara como personaje único otorga una cohesión especial a la novela, porque, en realidad, la novela es Clara. Apenas tenemos cercanía, ni simpatía por ningún otro personaje, los padres no son, “el padre y la madre”, sino Inés y Pepe, y el resto de los personajes desaparecen con su episodio. El narrador, asume un punto de vista casi cinematográfico, vacío de sentimentalismo.

Los espacios, por otro lado, se confunden entre sí, a veces, el lector se esfuerza en imaginar como hay una plaza, luego un puente y detrás una huerta, pero lo imagina. Existe una homogeneidad urbana-rural, que junto a la sensación de nocturnidad que produce la obra, coincidiendo en general con el tiempo de Clara, crea un escenario peculiar y ficticio por donde la protagonista vaga.

Sí, todo es Clara, ella maneja la novela y las apariciones de los demás. Los dos personajes paralelos de Tobías y el hombre de la cabaña, que parecen ser uno la sombra del otro, y aparecen por la ventana como amputaciones siniestras, y la tía Adela que también nos asusta con su cabeza de vigilante entre las rejas de otra ventana (véase página 16).

Clara es agente, ansiosa de actos y ejecuciones, pero también quiere ser paciente, objeto de persecución, misterio.

Tras esta lectura, planteémonos, para iniciar la tertulia, si el dolor verdaderamente hace madurar, ser pragmático, e incluso estar “de vuelta de todo” o es sólo dolor, pesadumbre, acumulación y herida.

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