
Huelo el libro.
Y retengo un perfume
como una vocal de apoyo inadvertida que previene la cacofonía.
El libro lo sabe y yo lo sé.
Él es el soporte invencible. Yo soy la carne.
Busco una mota de polvo o de saliva que me espere sumergida entre la tinta.
Saliva satinada en un tú con acento diacrítico.
En un tu posesivo.
En un tu que me nombre y que me escupa.
Muy bueno, Vero.
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